El escándalo de la Encarnación: ¿Por qué la Encarnación es un escándalo?

En estas primeras líneas voy a comentarles algo que desde hace algún tiempo me “quema” la cabeza.

Se trata de una frase que no deja de inquietarme, porque de ser cierta, ya nada podrá ser igual.

Es una que dice que “en el Cristianismo, el escándalo es la Encarnación”.

Parece sencilla y pintoresca, ¿no?

Sin embargo, entenderla representa un antes y un después, luego de lo cual todas las cosas deberán ser comprendidas de una manera diferente.

Hay muchas personas que hablan de Dios, de dios o de los dioses, y dicen creer en figuras que ocupan un espacio en la imaginación de la gente.

En ese caso, Dios podría ser algo así como el personaje de un ciberjuego, creados por un programador de computadora, con una figura que se podría ver en la pantalla de la notebook, en el monitor, o en el visor del celular, sabiendo que es una figura que en realidad no existe, porque no es real.

Hay otros que tienen una imaginación un poco más corta o escasa y necesitan creer en un Dios que esté en cosas materiales, como las piedras, las plantas, la tierra o los extraterrestres, sin darse cuenta que eso también es “una idea” que ocupa un lugar en la imaginación de las personas y nada más.

En realidad, para ser católico debemos aceptar que Dios es una persona real, distinta a una figura en nuestro computador o imaginación, a una piedra, a un árbol, a la Madre Tierra o los extraterrestres, e incluso a nosotros mismos.

Es bastante más sencillo que un ciberjuego.

Porque aceptamos que Dios, además de ser una persona distinta a nosotros, tomó forma humana, se encarnó en la historia del ser humano y desde entonces está entre nosotros.

Cuando decimos que Dios se Encarnó, nos referimos a que además de existir como una Presencia real, “Dios se hizo hombre”.

Hablamos de Cristo, de Jesucristo, de Jesús, que es Dios hecho hombre.

A partir de la Encarnación, quedó atrás aquello de un Dios lejano al ser humano.

“El escándalo del Cristianismo es la Encarnación”, hemos dicho.

Y si eso es cierto, ya nada podrá ser igual.

De eso tratan los Sacramentos, de los que hablaremos en una próxima entrega, si Dios así lo Quiere.

¿Y por qué la Encarnación es un escándalo?

Habíamos mencionado en el anterior número del Boletín del Santuario que la Encarnación de Dios en la historia de la humanidad, era “escandalosa”.

Como frase es llamativa, pero es una idea que tiene mucho para pensar.

¿Qué es lo que hace que sea un escándalo?

El hecho de que Dios sea una presencia real en la historia de la humanidad, hace que no todo dé lo mismo.

¿Qué pasaría si Dios fuera algo virtual?

¿Qué sucedería si fuese como ese muñequito de videojuego, del que hablamos en el número anterior?

Estaría bueno pasar el rato con Dios, pero cuando se nos ocurra hacerlo, podemos apagar la compu, el monitor o el celular.

Pero como el tema es que para nosotros Dios se trata de un ser con una presencia real y externa a nosotros, no hay botón de apagado que funcione.

O por lo menos no funciona con Dios.

No podemos aparagarlo cuando nos venga en ganas, porque Dios existe con o sin computadora encendida, o lo que es lo mismo, existe con o sin creyentes.

Y eso para los que creen que todo se controla prendiendo y apagando computadoras, es un escándalo mayúsculo.

Porque el muñequito y la app nos puede divertir por un rato, pero Dios está presente siempre, con celulares encendidos o apagados.

Por eso para los cristianos es importante la vida sacramental, porque es con ese recurso que cosas profanas, como el Pan y el Vino, pueden volverse en objetos sagrados como el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Existe un enorme y maravilloso Misterio que permite que con la consagración sacramental, el sacerdote pueda lograr que lo profano se vuelva sagrado.

Y ese milagro ocurre todos los días en alguna parte del mundo, durante cada Misa, en cada templo, en cada casa, en las Misas que rezan en solitario los sacerdotes, o en las Misas de nuestro Santuario de la Vírgen de los Treinta y Tres.

Si les interesa, se los sigo contando en el próximo número, si Dios así lo Quiere.

Agustín de Hipona (Laico de la Catedral de Florida)

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