10 de octubre 2024
Lc 11,5-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—Supongan que uno de ustedes va a medianoche a casa de un amigo y le dice:
«Amigo, préstame tres panes, porque otro amigo mío que está de viaje acaba de llegar a mi casa, y no tengo nada que ofrecerle».
Supongan también que el otro, desde dentro, contesta:
«Por favor, no me molestes ahora. Ya tengo la puerta cerrada y mis hijos y yo estamos acostados. ¡Cómo me voy a levantar para dártelos!».
Pues bien, les digo que, aunque no se levante a darle los panes por razón de su amistad, al menos para evitar que lo siga molestando, se levantará y le dará todo lo que necesite.
Por eso les digo:
Pidan y Dios los atenderá, busquen y encontrarán; llamen y Dios les abrirá la puerta. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra, y al que llama, Dios le abrirá la puerta.
¿Qué padre entre ustedes, si su hijo le pide pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿Cuánto más el Padre que está en el cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?
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Un exasperado antropocentrismo y un secularismo que gesticula sin resultado alguno dentro de un afanoso «traficar» exclusivamente humano marcan en nuestros días un ambiente sociocultural en el que faltan puntos de referencia y los ejes estructurales del pensamiento y de la acción. Pablo la emprendería también con nosotros cuando, según las imposiciones de los medios de comunicación en que estamos sumergidos, creemos salvarnos a fuerza de correr para hacer esto o lo otro, proyectando y verificando por nosotros mismos, ciegos seguidores con excesiva frecuencia de un mundo tecnologizado, pero no iluminado, penetrado y sostenido por el Espíritu del Señor y por sus tiempos de oración.
Sin embargo, es posible –y urgente– renovar ahora este rancio y pernicioso abdicar de la autenticidad del propio Evangelio dilatando el corazón a una fe que sea un confiado y confidente gritar a Dios. Lo que nos hace falta para vivir esa novedad de vida, que se juega toda ella en el «no» a las perspectivas del egoísmo y en el «sí» a la verdadera expansión de nuestro «sí», que es el compromiso de amar, sólo lo obtendremos si nos mostramos decididos y serios a la hora de tener tiempos precisos de oración. Querer ser realistas y concretos constituye precisamente la aportación de lo que predica también, hoy, el mundo del materialismo más asfixiante. La realidad es creer que, si busco junto a Dios, encontraré ciertamente; si le pido a él, que es Padre, obtendré; si llamo a la puerta de su corazón, me abrirá y entraré en las perspectivas de su Espíritu, que consisten en creer de verdad que «él nos amó primero» (1 Jn 4,19), que me salvó con independencia de mi santidad y de mis fallos.
Cultivar la fe porque solamente de ella procede la salvación (cf. Gal 2,16), orando siempre, sin cansarse nunca (Lc 18,1), es encontrar los ejes reales y concretos para innovar el hoy en Cristo y prever un mañana de autenticidad Cristiana.
Tomás de Villanueva, Luis Beltrán