Se realizó el pasado lunes 2 de noviembre el último encuentro del año de los ministros de la Palabra. Este fue un encuentro especial debido a que estaba enfocado en la próxima renovación del ministerio e integración de nuevos miembros. Como espacio de reflexión, el padre Cesar propuso el evangelio del domingo I de adviento (Lc 21, 28-38), haciendo un gran hincapié en levantar la cabeza.
A continuación les dejamos la reflexión:
1- Levantamos la cabeza para mirar la vida tal y como es. Hay mucha gente que se escapa de esta vida: no quiere ver tanta violencia, tanta guerra, tantas filas de gente huyendo de sus países, tanto atropello, tanta corrupción. y dicen: con los ojos cerrados, se vive mejor. Pero, por mucho que cierren los ojos, la miseria no dejará de existir. Jesús pasó por la vida con los ojos bien abiertos: Veía la soberbia y avaricia de los jefes; la corrupción de los poderosos, la ambición instalada en el mismo corazón de sus discípulos. Y porque vio el mal con todas sus secuelas, quiso luchar contra él. Si Jesús no hubiera tomado partida por los pobres, si hubiera sido más prudente a la hora de denominar el mal, si hubiera cuidado un poco las formas y hubiera sido más condescendiente, hubiera vivido muchos años y hubiera muerto tranquilamente en su cama. Pero miró el mal del mundo y ya no pudo vivir tranquilo. Y se comprometió hasta el fin.
2- Levantar la cabeza para poder mirar el cielo. Uno de los grandes males de nuestra época es que la gente, ya no mira al cielo. El hombre de hoy quiere ser feliz en la «inmanencia». Lo dice muy bien el Papa San Juan Pablo II: «Una especie de ateísmo práctico y existencial que coincide con una visión secularizada de la vida… Un hombre lleno de sí que no sólo se pone como centro de su interés, sino que se atreve a llamarse principio y razón de toda la realidad… Ya no hay necesidad de combatir a Dios. Se piensa que basta simplemente con prescindir de El» (P.D.V. 7). Se están cumpliendo las palabras del poeta: «Bueno es saber que los vasos nos sirven para beber. Lo peor es que no sabemos para qué sirve la sed» (A. Machado). La sed de infinito, de verdad, de felicidad, que el mismo Creador puso en nuestro corazón, ya no sabemos para qué sirven. Hoy, más que nunca, necesitamos levantar la cabeza y mirar al cielo con un sentido de «trascendencia». El hombre, como el árbol, necesita de la profundidad de las raíces y de la inmensidad de los cielos para mantenerse en pie. Raíces, sí; pero también lluvia, aire, viento, sol, sobre sus ramas, cielo.
3- Levantar la cabeza para vivir de esperanza y poder todavía soñar. La vida humana está lanzada hacia el futuro. Somos lo que no somos y estamos llamados a ser. Y para eso necesitamos de la «esperanza». Sin esperanza no se puede vivir. Y matamos a una persona cuando le decimos: «Yo de ti ya no espero nada». Los sueños más bonitos de los profetas coinciden con la época más trágica del pueblo judío: el destierro de Babilonia. Vendrán días en que los «huesos se llenarán de carne y de vida» (Ez 35). Días en que «un agua que baja del Templo convertirá el desierto en vergel y las aguas salobres del Mar Muerto en un mar de agua dulce donde acudirán los pecadores (Ez 47). A los cristianos que creemos en Cristo Resucitado, se nos podrá quitar la piel, pero no los sueños. Adviento es tiempo de soñar.
PREGUNTAS
1- ¿Miro la vida como es, con todo se realismo? ¿Siento que debo cambiar en algo? En una mirada sincera de mi vida, siento que hay algo que me pesa y no me deja ser verdaderamente feliz?
2- ¿Doy a mi vida un toque de fe, de amor, de esperanza? Y esto ¿Lo nota la gente?
3- ¿Estoy convencido de que, si pierdo la esperanza lo he perdido todo? Además de dormir, ¿me gusta soñar?
Posteriormente el encuentro termino en el templo para preparar el corazón al ministerio de la Palabra.