Jn 13, 31-33a. 34-35

Cuando salió Judas del cenáculo,  dijo Jesús: 
—Ahora va a manifestarse la gloria del Hijo del hombre, y Dios va a ser glorificado en él. Y si Dios va a ser glorificado en él, Dios, a su vez, glorificará al Hijo del hombre. Y va a hacerlo muy pronto. 
Hijos míos, ya no estaré con ustedes por mucho tiempo. 
Les doy un mandamiento nuevo: Ámense unos a otros; como yo los he amado, así también ámense los unos a los otros. El amor mutuo entre ustedes será el distintivo por el que todo el mundo los reconocerá como discípulos míos. 

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El pueblo cristiano es siempre un «pequeño resto» en medio de los miles de millones de hombres que viven sobre la faz de la tierra, pero es un fermento de masa «nueva» que debe hacer fermentar desde el interior toda la masa. Y aunque la evidencia de la situación parece desmentir su eficacia, la Palabra de Dios nos autoriza a no dudar y a dejar de sentir miedo. El fruto del árbol sólo se ve después de un laborioso tiempo de germinación y de crecimiento a lo largo de la sucesión de las estaciones. ¿No es éste el mismo camino de Jesús, el Hijo del hombre glorificado a través de la muerte en la cruz? Todo se ha vuelto nuevo: se dan cuenta de ello los que tienen los ojos límpidos y penetrantes de la fe, aquellos que, resucitados con Cristo, caminan sobre la tierra pero a quienes su corazón les empuja ya hacia arriba. La transformación acaece ya día tras día a través de nuestro morir a toda clase de orgullo y de egoísmo para pasar de la decadencia del pecado a la plenitud de la vida nueva. 
Son muchos los que buscan hoy no la novedad traída por Cristo, sino las novedades; no la realidad nueva, sino las informaciones en tiempo real sobre los hechos más o menos triviales de la crónica. Se corre fácilmente detrás de las «novedades viejas», de las modas y de los modelos de vida ofrecidos por una sociedad privada de verdadera capacidad creativa. Si el hombre no se renueva a sí mismo, no hace más que repetir un esquema anticuado o hacer la parodia de la originalidad. Y como sólo Dios es creador, sólo confiándonos al soplo del Espíritu podremos renovarnos y convertirnos en artífices de renovación en la Iglesia y en toda la comunidad.

Rafaela María Porras

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