El pasaje de Juan nos introduce en el misterio más íntimo del corazón de Jesús: su amor incondicional, incluso frente a la traición y la negación.
En el cenáculo, Jesús no sólo revela lo que va a suceder, sino que lo hace con una ternura desconcertante. No acusa con ira, sino que entrega el pan, símbolo de amistad y comunión, al que lo va a entregar. A Judas lo llama al arrepentimiento con un gesto de amor. A Pedro, le muestra su fragilidad con verdad, pero sin rechazarlo. Y a todos nos deja el consuelo de su fidelidad: “Los he amado hasta el extremo”.
Hoy, este Evangelio nos interpela. ¿Qué lugar ocupo yo en esta escena? ¿Soy capaz de ver cómo a veces niego o traiciono al Señor en lo pequeño? ¿Percibo su mirada que no me condena, sino que me invita a volver?
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El pasaje de Juan nos introduce en el misterio más íntimo del corazón de Jesús: su amor incondicional, incluso frente a la traición y la negación.
En el cenáculo, Jesús no sólo revela lo que va a suceder, sino que lo hace con una ternura desconcertante. No acusa con ira, sino que entrega el pan, símbolo de amistad y comunión, al que lo va a entregar. A Judas lo llama al arrepentimiento con un gesto de amor. A Pedro, le muestra su fragilidad con verdad, pero sin rechazarlo. Y a todos nos deja el consuelo de su fidelidad: “Los he amado hasta el extremo”.
Hoy, este Evangelio nos interpela. ¿Qué lugar ocupo yo en esta escena? ¿Soy capaz de ver cómo a veces niego o traiciono al Señor en lo pequeño? ¿Percibo su mirada que no me condena, sino que me invita a volver?